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Niña cogiendo un caracol de un barreño rojo que contiene caracoles.

La escuela lenta: una educación sin prisas pero sin pausas

A priori, el concepto escuela lenta puede parecer peyorativo. Y seguramente se deba al frenético ritmo de vida en el que estamos inmersos. Vamos siempre con la prisa a cuestas en una carrera de fondo contra el tiempo. Llenamos de actividades las 24 horas de un día para sentirnos bien dentro de la sociedad en la que vivimos. Nos repetimos una y otra vez el mantra “hay que aprovechar el tiempo” y el “lo quiero ya” se ha instalado en nuestro sistema operativo. Además, exigimos rapidez a los demás para “no malgastar nuestro tiempo”. Realizamos una compra online hoy para recibir el producto mañana (2 días de espera son demasiados). Así que, dentro toda esta vorágine, ¿qué sentido tiene una escuela que emplee la pedagogía de la educación lenta? La respuesta es clara: ¡Mucho sentido!

Ya hablamos sobre la educación lenta cuando abordamos la educación inclusiva. Pero lo hicimos de forma muy introductoria y queremos ahondar un poco más en este concepto.

Qué es la educación lenta

La educación lenta es un movimiento pedagógico surgido en 2002 que tiene como precursor a Joan Domènech Francesch y propone desacelerar los ritmos educativos para adaptarlos a los ritmos de aprendizaje de los niños.

Los ritmos de aprendizaje tienen vinculación con los siguientes factores: edad, madurez psicológica, motivación, preparación previa, dominio cognitivo de estrategias, uso de inteligencias múltiples, etc.

En la educación lenta se tienen en cuenta los resultados, pero también el proceso, y se enmarca en una forma de entender la vida.

Tres niñas observando un barreño rojo lleno de caracoles
Experimentar con los los ritmos de la naturaleza es una actividad ideal para la educación lenta

Cómo fomentar la educación lenta en las escuelas

A continuación exponemos algunas propuestas clave para implantar la pedagogía de la escuela lenta en las escuelas:

  • Observar el ritmo de aprendizaje de cada alumno. No podemos esperar que todos los niños acaben las tareas a la vez, cada uno necesita un tiempo diferente para hacerlo.
  • Dar alas a la creatividad y el descubrimiento. Si solo nos dedicamos a valorar el resultado de las tareas, estamos penalizando el potencial creativo de las personas. Llegar a un destino es igual de importante que todo lo realizado durante el camino recorrido.
  • Incentivar las habilidades de comunicación. Es fundamental crear espacios donde los niños debatan entre ellos. Son actividades que les ayudarán a aprender cómo exponer sus argumentos y reflexionar sobre las opiniones de los demás a través de la escucha activa.
  • Entender el error como un mecanismo de aprendizaje. Si lo que queremos es crear un futuro con personas resilientes a las adversidades de la vida, el error debe considerarse como una oportunidad para aprender.
  • Reducir o eliminar aquellas actividades que no aportan ningún aprendizaje concreto para los alumnos.
  • Hacer partícipes a los alumnos en la priorización de las actividades a realizar.
  • Evaluar por el proceso, no solo por los resultados. Dar más importancia a la evaluación cualitativa.
  • Estimular la concentración de los niños a través de actividades únicas y en un solo momento en las que centren su atención. Por ejemplo, con la lectura o escuchar música.
  • Reexaminar el vocabulario. ¿Qué palabras y expresiones utilizamos en las aulas o en los documentos escolares? ¿Valoran la rapidez y penalizan la lentitud? ¡Si es así, modificarlas!
  • Cultivar en huertos escolares. Implicar a los alumnos en el cuidado de frutas, hortalizas y verduras les ayudará sincronizar sus ritmos a los de la naturaleza.

Si te interesa descubrir más propuestas para impulsar una educación lenta tanto dentro como fuera de la escuela, te recomendamos que leas “Elogio de la educación lenta” de Joan Domènech Francesch.

enDARA es una escuela infantil lenta (sin peyorativo)

En enDARA aplicamos este nuevo enfoque de la educación. Restamos importancia a la rapidez y los resultados para enfocarnos en el proceso y la individualidad. Le damos valor a la calidad del proceso y apartamos la idea de “más rápido, más aprendizajes y cuanto antes mejor”.

En nuestra escuela hacemos “vida sin prisa”. Estas son algunas de las cosas que realizamos:

  • Flexibilidad en los horarios de las actividades: dentro de las rutinas que tenemos, contemplamos un tiempo “extra”.
  • Motivamos a los peques a participar sin tener expectativas de un resultado concreto.
  • Dejamos y fomentamos que los peques tengan iniciativa a la hora de calzarse y ponerse la ropa adecuada para la actividad que vayamos a hacer. El tiempo en el que intentan ponerse un zapato o intentan meter el brazo en la manga de la chaqueta y no lo consiguen, nunca es un tiempo perdido que hará que la actividad se acorte. Será un ensayo-error, un instante de aprendizaje.
  • Los momentos de alimentación e higiene se toman con calma. Son situaciones de intimidad con los niños en los que se fortalece el vínculo con ellos. Por eso es tan importante dar valor a estas actividades.
  • No forzamos el movimiento. Damos tiempo a que los niños tengan la suficiente madurez biológica para ir cumpliendo hitos, como por ejemplo andar. No los sostenemos y obligamos a dar pasos o realizar cualquier movimiento que no puedan hacer por sí solos.
  • No forzamos aprendizajes. Cada niño es un mundo, tenemos que ser conscientes de su individualidad. No podemos obligar a un niño a contar hasta el número diez con dos años solo porque el resto lo haga o sea lo “normal”.

¡La vida y la educación tienen su tiempo!

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